CAPÍTULO 16. Cuando el cuerpo manda.
Narrador.
Irina sentía que se derretía como el hielo en medio del desierto al estar entre los brazos de Orlando; sentir el calor de esa boca besando sus labios la hacía perder toda razón.
Correspondía con el mismo fervor, olvidando el miedo a enamorarse, porque eso era una excusa para no reconocer que lo amó desde el primer día en que lo vio.
Llevaba tiempo deseándolo tanto, que su cuerpo no pudo negarse a sentirlo y hacer a un lado todas esas dudas que por momentos le llegaban: como el hecho de que no tendría una oportunidad a su lado, porque él tenía su esposa, de la cual nunca le ha hablado, y era poco el tiempo que tenían de conocerse. Así que, teniendo claro que ellos no tendrían más que ese encuentro sexual, apagó esas voces que la atormentaban, porque lo que hablaba en su mente no era más que la moral y la inseguridad de una mujer que creía que sin un hombre a su lado no podría vivir.
Orlando sentía que la sangre en todo el cuerpo le hervía, a medida que sus manos solo se dedi