El sexo había sido por decir lo poco, salvaje. Mis instintos más bajos dieron rienda suelta a un sinfín de posiciones en las que Valeska se había dejado dominar perfectamente.
—Abre tu boca —le pedí cuando estaba de rodillas y acababa de hacerme una grandiosa felación.
Ella obediente como era abrió su boca y allí puse un poco de crema batida que se desbordaba por la comisura de sus labios y armonizaba perfectamente con sus ojos iluminados, su cuerpo desnudo y su pelo enredado en mi mano.
—Continúa —le dije y con la crema en su boca volvió a follarme.
Mientras me quedaba dormido con la satisfacción física de lo acontecido durante la noche y de haber dejado en claro las cosas con Valeska, me aferré a su cuerpo ligero y me abrace a su olor, a ella por completo.