Capítulo 76. El peso de ser su esposa.
Amy Espinoza
Por la tarde el cielo de la ciudad parecía un lienzo recién lavado: azul, limpio, con un sol que se colaba en las calles, como si quisiera animar a todos a salir. Yo, en cambio, llevaba un torbellino en el pecho.
Porque a pesar de haberlo hablado, no podía dejar de sentirme afectada por la inquietud de Maximiliano. No era nada evidente, él sabía disimular mejor que nadie, pero lo sentía en la forma en que apartaba la mirada, en esos silencios más largos de lo normal.
Cuando el coche se detuvo frente al edificio de Argentum Entertainment, respiré hondo. Venir al estudio siempre me ayudaba a ordenar mis pensamientos; la música era mi refugio. Mía se quedó en casa con la niñera, feliz entre cuentos y peluches.
Max me acompañó solo hasta la puerta del estudio, como si quisiera asegurarse de que entrara a salvo en mi propio santuario.
—Ensaya tranquila —me dijo, besándome la frente—. Paso por ti más tarde, o si terminas antes, te espero en el despacho.
Asentí, intentando no m