Capítulo 51. Solamente mío.
Amy Espinoza
El peso de Maximiliano sobre mí no era opresivo, era el recordatorio de que estaba atrapada en un lugar del que no quería escapar.
Su boca devoraba la mía con una urgencia que me hacía temblar. Sus besos bajaban a lo largo de mi mandíbula, dejando un rastro ardiente hasta mi cuello. Cada roce de sus labios contra mi piel arrancaba un gemido que apenas reconocía como mío.
—Eres mía, Amy —susurró contra mi oído, su voz ronca y grave, haciéndome estremecer hasta lo más profundo.
Su roce era lento, calculado, como si saboreara el instante de descubrir cada rincón de mí.
Cerré los ojos, intentando retener la cordura. Pero cuando sus labios descendieron por mi clavícula y encontraron el inicio de mis pechos, todo pensamiento coherente desapareció. Un jadeo ahogado escapó de mis labios. Mis dedos se enredaron en su cabello, guiándolo, suplicando sin palabras.
Maximiliano levantó la cabeza apenas, sus ojos brillaban en esa mezcla imposible de verde y azul que parecía arder.
—Mír