Capítulo 30. El primer paso hacia sí misma.
Amy Espinoza
El trayecto en el auto fue un silencio espeso. Solo se oía el motor y la vocecita de Mía tarareando alguna canción inventada, como si viajara hacia una aventura secreta. Yo, en cambio, iba con las manos apretadas sobre las rodillas y el corazón, dándome golpes en el pecho. No pregunté nada más. No quería darle la satisfacción de verme ansiosa.
Pero cuando el auto se detuvo y alcé la mirada, sentí que el aire me abandonaba.
Frente a mí se alzaba un edificio de cristal y acero. En la entrada, enormes letras doradas anunciaban un nombre que cualquiera en la industria reconocería al instante.
Argentum Entertainment.
Me quedé helada.
Ese lugar no era un simple estudio. Era el estudio. Dentro de sus instalaciones estaba el complejo de producción más exclusivo del mundo, donde artistas consagrados grababan discos, filmaban conciertos, ensayaban espectáculos. Era un templo de la música y del arte, reservado para quienes ya tenían un nombre grabado en oro. Yo lo había soñado algu