Capítulo 228. Una llamada de emergencia.
José Velasco
El whisky no sabía a whisky.
Sabía a metal.
A sangre.
A derrota que no pensaba aceptar. La rabia se agitó dentro de mí, porque nunca antes había estado mi familia tan sometida al peligro como ahora y todo desde que mi hija terminó casándose con Adrián Soler.
Desde ese momento fue como si se hubiesen desatado sobre nosotros las 10 plagas de Egipto y todo por haberse encaprichado. Ahora estaban cayendo todos quienes siempre nos protegieron desde las sombras.
Ante mi pregunta, el abogado se quedó pálido, parecía demasiado nervioso. Le volví a preguntar.
—Dime, ¿Qué fiscal se atrevió a ir en mi contra?
El abogado tragó saliva, como si la garganta le ardiera.
—Es uno nuevo porque removieron al Fiscal Federal General… y al fiscal estatal también. Investigaciones internas. Los separaron del cargo.
El vaso quedó suspendido en mi mano.
—¿Separados del cargo? —repetí, lento.
—Sí, señor. Destituidos. También destituyeron a varios fiscales asociados en distintas áreas. La Interpol ya