Capítulo 204. La interferencia.
Maximiliano Delacroix
El reloj del despacho marcaba las doce y media de la madrugada.
No había dormido.
Otra noche más, frente a la mesa llena de carpetas, borradores, informes y una taza de café que ya estaba fría y sin dormir con mi esposa. Sin poder disfrutar de su embarazo, de sus antojos y malestares del embarazo.
El silencio de la casa era absoluto, pero mi cabeza rugía como una tormenta.
Había pasado las últimas horas revisando los documentos del caso Soler, buscando cualquier error, cualquier detalle legal que pudiera convertirse en un arma en mi contra.
La prensa no daba tregua.
Los enemigos tampoco.
Y en ese tipo de guerra, el cansancio era el enemigo más peligroso.
Tomé el bolígrafo, subrayé una frase y lo solté con frustración.
Me sentía frustrado. Necesitaba pruebas, para acabar con esta gente, porque si no me iban a seguir jodiéndome.
El móvil vibró sobre la mesa.
Miré la pantalla: Edric.
Esa hora solo significaba una cosa: malas noticias.
—Dime que no es lo que pienso —