Capítulo 195. El vídeo de la absolución.
Adrián Soler
El monitor frente a nosotros se encendió.
El logo del canal desapareció y la imagen comenzó con el ruido estático de una cámara de seguridad.
El público, la producción, todos… guardaron silencio.
Yo no respiraba.
La grabación era de baja calidad, pero clara: el vestíbulo del hotel, la misma noche del escándalo. Ahí estaba yo. O, más bien, el cadáver de mí.
Llevaba la misma chaqueta, la camisa abierta, el paso errático. El guardia del hotel me saludaba, pero yo ni lo veía. A mi lado, la mujer: con sonrisa de catálogo, sujetándome del brazo mientras fingía preocupación.
Se veía mi cuerpo cediendo, mi cabeza cayendo hacia un lado. Yo no caminaba. Ella me arrastraba con suavidad ensayada, como quien lleva a un cliente borracho a donde le conviene.
El ascensor se abrió. Entramos. Ella miró a la cámara antes de que se cerraran las puertas.
Y en su rostro se dibujó una expresión nerviosa. Un escalofrío me atravesó. No de sorpresa. De confirmación.
El video continuó. El ascensor