Capítulo 133. Ninguna carta ganadora.
Maximiliano Delacroix
El amanecer me encontró sentado en el mismo lugar donde había pasado la noche, en la terraza. Me había ido de allí después de salir de la habitación.
No recuerdo haber cerrado los ojos ni un segundo.
La brisa de la madrugada me calaba los huesos, pero no tenía fuerzas ni para moverme.
El cenicero estaba lleno. El whisky, intacto.
Solo el reloj de la sala marcaba el paso de las horas, insistente, cruel.
No podía dejar de pensar en ella.
En la forma en que se alejó de mí, en cómo no quiso hablar, en cómo corrió sin siquiera mirarme.
Esa distancia me dolía más que cualquier palabra.
Preferiría mil veces su rabia antes que ese silencio que me devoraba.
El cielo empezó a aclararse, un tono gris azulado se coló por los ventanales.
Respiré hondo.
El aire frío entró en mis pulmones como una punzada.
Sabía que no podía seguir así.
No después de verla huir.
No después de sentir que ya no tenía lugar en su vida.
Tomé el teléfono.
Lo sostuve un rato, sin marcar.
El reflejo d