Capítulo 106. Vas a dar la cara. 

Amy Espinoza

La puerta de la suite se cerró con fuerza, y el golpe de aire frío me sacudió como si hubiera despertado de una pesadilla en mitad de otra peor.

Max ya había bajado para supervisar la búsqueda de Mía. El silencio que dejó atrás me estaba volviendo loca.

La niñera, después de haberla sacudido, se había vuelto a quedar dormida, y yo me angustiaba un poco más cada segundo que pasaba y ella seguía sin reaccionar.

Así que de nuevo la desperté, la sacudí, esta vez con más fuerza, porque ella, cada vez que la despertaba, pasaban pocos segundos y se volvía a quedar dormida.

La lámpara de noche, todavía encendida, lanzaba un círculo de luz mortecina, pero ella seguía allí, hundida en las sábanas, respirando con un ritmo pesado, casi obsceno en medio de mi angustia.

—¡No se quede dormida otra vez! —la zarandeé esta vez con más fuerza de los hombros, con una fuerza que me asustó a mí misma—. ¡Maldita sea! No entiende en el problema en que está metida, dígame ¡¡¿Dónde está mi hija
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