Capítulo 105. El culpable pagará sin medida.
Maximiliano Delacroix
Salí de la sala de monitores con Rodrigo y Esteban a mis costados. El zumbido de las pantallas quedó atrás, pero el rugido en mi cabeza siguió golpeando, grave y constante, como si el corazón me retumbara dentro de los oídos.
Cada paso que daba por el pasillo era un disparo seco en el silencio, una cuenta regresiva que no me permitía pensar en nada más que en un solo nombre. Mía.
El corredor, que hacía una hora era solo un pasaje elegante de mármol y alfombras, se había convertido en un hormiguero.
Los guardias de los Velasco se movían de un lado a otro con el nerviosismo de quien teme fallar. El ambiente olía a perfume caro y a tensión, una mezcla extraña que sabía a electricidad antes de la tormenta.
—Rodrigo, cierra el ala norte y pon doble guardia en la puerta del garaje —ordené sin frenar el paso.
—Enseguida —respondió él, llevándose el radio a la boca.
Esteban, siempre un paso detrás de mí, mantenía la mano bajo la chaqueta, preparado para todo.
Los