Capítulo 104. La solicitud de custodia.
Adrián Soler
Me quedé mirando por el balcón cuando apareció Luciana.
La ciudad, allá abajo, brillaba como un tablero de fuego. Las luces parecían respirar al mismo ritmo que mi rabia, subiendo y bajando en un latido que no quería calmarse.
—¿Qué te pasa? ¿Acaso tienes remordimiento? —inquirió con burla.
Su voz, siempre un poco áspera, llevaba esa risa que nunca termina de salir, pero que igual hiere.
Me giré y posé la mirada en ella.
—Dime algo, Luciana… —dije sin apartar los ojos de su rostro—. ¿Por qué yo? ¿Por qué te interesé?
Ella arqueó una ceja, sorprendida, y después dejó que una media sonrisa se le dibujara en los labios, como si mi pregunta fuera un juego que no esperaba.
—Porque siempre me gustaste, desde que Amy te presentó y porque el poder de mi padre me da el derecho de tener todo lo que quiero y eso te incluye a ti, Adrián —respondió con un deje de soberbia, mientras encogía los hombres de manera indiferente —. Eres atractivo, brillante y eso llama la atención de la ge