NECESITO TU AYUDA
El aire se tornó pesado, casi irrespirable. Las palabras de Ivy golpearon a Alana como un trueno y su garganta se cerró tanto que incluso sintió que se asfixiaba.
Alana se levantó de golpe dando unos pasos rápidos e Ivy la siguió hasta que tomó su brazo.
—Ivy… déjame.
—Escucha.
—¿Qué? ¿Qué más hay para decir? ¿Has ocultado a tu propio hijo? ¿Puedes pensar en el dolor que le causarás a Ángelo? Él… —A Alana se le quebró la voz e Ivy levantó el mentón.
—Nadie ha sufrido más que yo Alana, nadie…
—¿Cuántos años tiene?
—Haz la cuenta. Han pasado diez años.
Alana se tapó la cara y negó.
—Tu hermano… Dios, esto es increíble.
—Quiero que me ayudes… —Y aunque las lágrimas de Alana bajaban por el rostro, la miró incrédula.
Su mente intentaba asimilarlo, pero su corazón, acelerado y dolido, se resistía a aceptar lo que había escuchado.
—¿Qué dijiste? —Alana apenas logró articular, su voz rota por la incredulidad.
Ivy respiró profundamente, como si cargar el peso de aquel secreto