34. Un castigo apasionado
El salón baja sus luces antes los dos. Se ha cerrado el mundo para ambos. Nada existe ahora. Se supone que debería decirle que no y marcharse. La clara advertencia de su mente le dice que se abstenga, pero Azucena, mirando la mesa con sus labios carnosos ya húmedos, no puede evitar la lujuria que sobrevuela en cada poro de su cuerpo.
Desde anoche, cuando lo vio sin nada, lo tiene grabado en su mente. ¿Por qué su cuerpo reacciona ante sus órdenes? Puede seguir fingiendo, ¿verdad? puede fingir sus gemidos, puede fingir un orgasmo. Puede fingir que lo disfrutó.
Azucena no ha comenzado a moverse cuando las manos de su esposo la inclinan. Cuando su cuerpo toca la mesa, su boca se seca y las piernas que tanto su esposo quiere tocar empiezan a hacerle efecto con acaricias que dejan temblores pequeños en su cuerpo. Azucena reacciona cuando su mente la deja atrás y finalmente deja que su cuerpo sea tocado.
Esto no es algo que estaba pensando. Él dijo fingir. Claro que puede fingir. Fingir muy