33. Fingir caricias

Entre su necesidad de correr para huir de éste lugar, Azucena no espera que la primera persona en aparecer frente a sus narices sea Marlene, ya abajo en recepción. Con su rostro rojo por lo que ella vio y lo que acaba de pasar con Ramiro, se pide a sí misma calmarse para no perder así la batalla del control.

Marlene es la misma de siempre, como la conoció al despertar por primera vez.

Está avergonzada de que la haya encontrado así con Rafael. Sin dejar que otro pensamiento surque su mente, Azucena busca normalidad caminando hacia la salida. Otro día tendrá mejor semblante para hablar con cualquiera.

Pero tal pensamiento no pasa por la mente de Marlene. Al instante de verla, le sonríe con amplitud y no pierde la oportunidad de acercarse.

—Me alegra saber que estás bien. Que estás recuperándote —Marlene es amable en decirle. Azucena recibe sus palabras con calidez—. ¿Todo bien?

—Estoy bien. Ya me iba —Azucena señala hacia afuera. El chófer está allí presente—. Marlene, yo —no había quer
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