20. Mi esposa
Rafael le arrebata el teléfono a David sin esperar un segundo. Sus ojos desplayados en desesperación continúan en la pantalla al instante de oírlo. Sólo bastó escuchar las palabras de David para que el cuerpo tiemble en la locura.
—¡¿Dónde está?! —Rafael expele la voz con fuerza.
“¿Hablo con el señor David?”
—¿Dónde están? —cuando Rafael repite se está dirigiendo ya a la entrada ignorando cualquier cosa que se le presente frente a él, con el teléfono de David en el oído a paso rápido, en completa y severa agonía—. ¡Hable!
El policía informa en unos segundos y lo que recuerda Rafael después de aquello es el llamado de David, siguiéndolo por detrás. Rafael da pasos rígidos hacia la salida tenso en manos y en cuerpo, imaginándose cualquier posibilidad.
—Es imposible. De seguro fue una equivocación —David logra alcanzarlo. Rafael abre la puerta de su camioneta—. ¡Es imposible…!
Rafael se gira sobresaltado en furia al observarlo. Los verdes de sus ojos ya son oscuros, rígidos ante la sever