El frío de la madrugada mantiene en vilo a Marlene, que toma una cerveza en el balcón de la casa donde no ha salido desde la mañana. Tiene una excusa en la mente para decirle a Rafael; el mismo la mandó a hacer un par de cosas, y lamentablemente se retrasó. Él no dudará de sus palabras, y la sospecha de que está aquí, en otro lugar, será nula. Pero no es suficiente para Marlene.

Observa hacia atrás. Un médico atiende a Azucena en silencio.

Se le pidió encarecidamente que la mantuviera viva pagándole una gran suma de dinero. Azucena no se ha despertado desde entonces. Lo único que ha dicho es que sus heridas son serias y que el golpe en su cabeza es severo: aún no despertará.

Marlene la observa con una cólera que no puede controlar. Si fuese por ella esa mujer no estuviese viva. Puede romper la botella de la cerveza por la rabia que acumula.

El doctor se inclina para mirar a Marlene.

—Tendré un diagnóstico cuando ella despierte porque eso no lo puedo determinar ahora.

—Bien. Largo —Mar