—¿Y qué vas a hacer ahora? —pregunta Damián, su mirada fija en Mariana, intentando soportar sus ganas de decirle que irá directo al infierno.
—No lo sé, Damián, estoy desesperada. La policía me tiene en la mira y no tengo a dónde ir. Necesito tu ayuda, por favor —sus ojos se llenan de lágrimas, intentando ablandar el corazón de Damián.
Él, por su parte, se mantiene impasible. Su mente está calculando cada movimiento, cada palabra de Mariana. Sabe que es una manipuladora experta, que es un monstruo que literalmente parece tan fría aunque derrame lágrimas, las cuales son de cocodrilo.
—Ayúdame, ¿sí? Mira que, prácticamente gracias a mí, tienes ventaja. Tú eres un hombre adinerado y poderoso. Si sobornas a la policía, quizás yo pueda movilizarme con normalidad y así trabajaremos juntos.
Damián se coloca de pie, la mira con una frialdad que ella siente un escalofrío en todo su cuerpo. —Sabes, Mariana… no me equivoqué al pensar que eres lo peor que he conocido, pero por lo menos, logré lo q