—me cuesta creerte —Mariana bebió un sorbo de café—. Pensé que hablabas en serio cuando decías que me dejarías en esa prisión, Damián.
—Como te dije, todo fue una fachada… solo para darme cuenta de la traición de Alice —también bebió café, intentando estar tranquilo, sereno como era cuando estaba con ella mucho antes de tantos conflictos.
—¿Entonces no me odias?
—Estoy algo enojado contigo, hiciste cosas que olvidaré con el tiempo, pero disfruta el desayuno, quiero ofrecerte una disculpa por mi actitud.
—Disculpe, señor, su desayuno —el mesero les sirve el desayuno a cada uno.
—Damián —Mariana le acaricia la mano—. Tú no tienes idea de cuánto te amo, pero quiero saber por qué tu cambio tan radical —lo mira con una pizca de desconfianza.
Todo ha sido bajo un plan para que Mariana crea que las cosas volverán a ser como antes y así, ella pueda decir algo con sus propios labios que la comprometa. Damián sonríe, deseaba no sentir más esa caricia que le causa asco, pero debe soportar, de lo