—¿Te gusta?— Su atrevida pregunta hizo que ella desviara la mirada, pero él le ordenó: —Mírame, no dejes de hacerlo—. Ella tragó grueso y sus mejillas se ruborizaron por el mando de su esposo. Su respiración se agitó por su acercamiento. —Esta habitación será testigo del mejor placer de tu vida, y todos los espejos donde veas reflejada nuestra desnudez, quedará grabado en tu mente para que jamás lo olvides—. Se posó encima de ella, sin aplastarla, y luego la tomó nuevamente de sus manos amarradas para llevarlas sobre su cabeza. —Grita todo lo que quieras—. La besó y Alice jadeó ante aquel beso. Lo había anhelado con vehemencia, pero sus labios quedaron sedientos de más cuando él dejó de besarla para besar su cuello, sus pechos y luego… su zona V. Un grito placentero se escapó de los labios de Alice, una desesperación por soltar sus manos y tocarlo a él. Su espalda se arqueó a la perfección. Cada roce, cada beso, encendiendo una chispa que amenazaba con convertirse en un incendio. Él la
Escritora Palacio
FELIZ INICIO DE SEMAMA Y DAMOS PASO A UNA FUGOSA MARATON.