Alice observó cómo Damián la soltó con delicadeza y luego se dio la vuelta, su figura imponente desapareciendo por el pasillo. Ella sintió un vacío repentino. Sus palabras, "mientras sigas siendo mi esposa, yo debo hacerme cargo de todo", resonaron en su mente. Era una promesa de protección, pero también una afirmación de control, de que su destino seguía ligado al de él. Suspiró, con la sensación de que su corazón se apretaba. Quería creer en él, en la sinceridad detrás de sus acciones, pero las barreras que Damián alzaba a su alrededor eran demasiado altas.
Se sentó de nuevo a la mesa, el desayuno intacto frente a ella. El apetito se le había ido por completo. Carla, que había presenciado la tensa escena, se acercó con cautela.
—Señora Anderson, ¿está usted bien? —preguntó con voz suave, notando la palidez en el rostro de Alice.
Alice asintió, tratando de esbozar una sonrisa forzada. —Sí, Carla, gracias. Solo… un poco de dolor de cabeza.
Carla no parecía convencida, pero decidió no i