—¿Y qué garantía tengo yo de que no me estás mintiendo, Dylan? —preguntó Damián, su voz baja y cargada de amenaza—. Ya me has demostrado ser un experto en eso.
Dylan se encogió de hombros, una mueca de desesperación en su rostro. —No tienes ninguna, Anderson. Solo mi palabra y la promesa de que, si me sacas de aquí, te daré el nombre y las pruebas. Piensa en Alice, en tus hijos. ¿Realmente quieres arriesgarte a que ese tipo cumpla sus amenazas por no confiar en mí?
Damián lo miró fijamente, sus ojos escudriñando cada gesto de Dylan. Sabía que era un manipulador, pero la historia de Mariana y la voz robótica, sumado a la mención de la detective y el sobre, le daban un escalofriante sentido de que sabía la verdad.
—¿Quién es tu novia? —preguntó Damián, cambiando de tema abruptamente.
Dylan dudó por un instante, pero la mirada de Damián no le dio opción. —Se llama Manuela. —La detective le dio un nombre diferente.
Damián asintió lentamente, su mente trabajando a mil por hora. Si la detec