—Señor, la señora tiene razón —susurra Miguel—. Dylan es una alimaña, por favor que tu desespero por encontrar al culpable no te haga perder la cabeza. Seguramente él va a querer manipular. —Miguel vuelve a mirar a Dylan, una mirada llena de desprecio hacia él por todo lo que ha hecho—. Me retiro, señor Anderson, estaré afuera a sus órdenes. —Al decir eso, con una postura firme, sale, dejando a Damián y Dylan a solas.
—Tu asistente de mierda es una plaga —comenta Dylan—. Si no lo hubieras dejado a cargo en Élite las cosas hubieran sido diferentes, pero claro… él y su estúpida y patética reflexión sobre la honestidad a los empleados hizo que abrieran la boca.
Damián no aguantó más, se le fue a Dylan y lo acorraló contra la pared, su puño queda en el aire, apretado con fuerza queriendo golpear y ver sangre.
—Conozco mis derechos, Anderson —Dylan pasa saliva—. Si me tocas tendrás problemas, hay cámaras. —Dylan mira hacia la esquina, la cámara que hay en la sala de visita.
—Me importa un