Mateo bajó del jet privado como si flotara. No por felicidad. No por orgullo. Flotaba porque las pastillas aún lo tenían suspendido, como si su cuerpo no le perteneciera del todo. Al pisar suelo parisino, un asistente de Chanel lo recibió con una carpeta en la mano y una sonrisa tan falsa como el oro de las estatuas de la moda.
—Monsieur Mateo, bienvenue. La limusina lo espera.
Todo era lujo, perfecto, hermoso… y completamente hueco.
La alfombra gris del aeropuerto privado parecía no tocar el suelo. Las cámaras lo captaron antes de que el sol siquiera saliera. Los flashes se sentían como pequeñas descargas eléctricas sobre su piel maquillada. Sonreía. Por reflejo. Por orden.
Electric Storm estaba en la cima. El primer álbum era un fenómeno. Portadas, premios, contratos millonarios. Y él, Mateo, era ahora “el bajista queer que revolucionaba el rock”, el rostro masculino de Chanel en su línea más experimental. Top trending. La pareja del año con Alex, su manager. La historia de amor per