Se dio la vuelta para marcharse.
Miguel, al ver la actitud de Andrea, y que realmente no tenía consideración por él ni por su hijo, apretó los dientes.
—¡Andrea! Julieta y yo vamos a comprometernos, ¿realmente no piensas...?
Antes de que Miguel pudiera terminar, Andrea se detuvo y lo interrumpió.
—Felicidades entonces. Finalmente te casarás con tu amante; supongo que así tu vida estará completa. Y felicidades también a Juan, que por fin tendrá la madre que quiere. No iré a la boda para no arruinarla, así que desde aquí les deseo que envejezcan juntos y tengan muchos hijos.
Dicho esto, Andrea se alejó.
Dejando a Miguel solo en el lugar.
Viendo cómo Andrea y Vicente se marchaban en el coche.
De repente, una sensación de vacío lo invadió.
Miguel sentía como si hubiera reunido todo su valor pero no tuviera dónde descargarlo.
Había intentado usar esta carta de triunfo para despertar un último sentido de crisis en el corazón de Andrea.
Pero después de soltarlo todo, descubrió que ella no sen