LIBRO 2 - RISA

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No sabría explicar por qué, pero me bastó abrazar a mi hijo para que ocurriera. Fue como si algo se quebrara en mi interior, y lo que fuera que oscurecía mi mente, mi memoria, cedió. Los recuerdos me inundaron mientras lo estrechaba contra mi pecho, un manojo de vida vibrante que volcaba en mí su amor y su felicidad por el reencuentro.

No importaba que regresaran los detalles de los meses que pasara sometida y abusada bajo el yugo de Olena y sus secuaces, porque los recuerdos felices regresaban también. Y resultaban un bálsamo al sufrimiento que había alimentado mi odio y mi furia.

En ese momento, preferí aferrarme a los recuerdos de Mael y el amor que nos unía. Los recuerdos de mi hijo desde la primera vez que lo sintiera moverse en mi seno. Los recuerdos de los dos cachorros que ahora ladraban y se agitaban en sus brazos, a dos pasos de m&iacut