Jack tragó saliva, y por primera vez, el terror puro se reflejó en su mirada. Sus músculos se tensaron, sus ojos oscilaron entre la furia y el miedo, y un sudor frío empezó a recorrerle la frente
Logan no apartó los ojos de él. No había rastro de compasión en su rostro, solo una furia contenida que amenazaba con desbordarse. Caminó lentamente alrededor de la mesa de hierro donde su hermano estaba atado, observando cada detalle: las venas hinchadas en sus brazos, el sudor que perlaba su frente, la respiración entrecortada que delataba su miedo.
—¿Tienes miedo, Jack? —su voz era baja, pero cargada de veneno—. Dime, ¿acaso pensaste en el miedo de Mía cuando la tocaste? ¿Cuando la hiciste llorar?
Jack intentó sonreír, pero el gesto se quebró antes de formarse del todo. Su mandíbula temblaba.
—No sabes de lo que hablas…
Luca, con el aparato en la mano, lo interrumpió al acercar las puntas metálicas al costado del cuello de Jack. El chisporroteo llenó el ambiente con un sonido amenazante.