Una vez quedaron entre el bosque, a pocos metros de distancia de donde estaban los gemelos. —Como Alfa, deberías aprender a ser un poco más flexible —dijo Luna Adalet, disfrutando de la forma en que su provocación lo afectaba—. Pero claro, siempre prefieres ser un tirano. Conmigo, con tus bebés, al parecer con todo el mundo. Alfa Zefor la miró con ojos llenos de furia, pero a la vez una chispa de atracción por el carácter de ella crecía en su interior, su ira y deseo mezclándose de una manera peligrosa. —No me subestimes, Luna. Estás cruzando límites peligrosos, recuerda que no eres nadie para hablarme en ese tono —advirtió ese macho, dando un paso más cerca—. Esto no es solo una cuestión de orgullo. Luna Adalet sonrió, sintiéndose poderosa ante su rabia. —¿Y qué si lo es?, te cuesta dejar tu fachada de perfeccionista tratando de imponer a todos tu pensar, y exageras, fue un pequeño accidente, no volverá a pasar, no tienes que humillarme o gritarme —le dijo con firmeza l
Korina lo miró con desdén, acercándose un paso más. —¿Adalet? —replicó, levantando una ceja—. Ella ya no está aquí. Tal vez deberías dejar de amar a una mujer que ya no pertenece. Malcon se acercó, su voz más intensa. —No deberías hablar así de Adalet —dijo, frunciendo el ceño—. Ella es especial para mí. Necesito encontrar la manera de comunicarme con ella. Korina sonrió. —¿Por qué no simplemente dejas de amar a Adalet? —se burló—. A mí no me molestaría ser tu Luna. Eres un Alfa apuesto, y probablemente ella ya se acostó con Zefor, ¿no crees? Conociendo lo fogoso que es, seguro que lo hizo. A él le encanta un buen sexo seguido, es un Alfa muy activo~ lo sé, porque fuí su amante por años, su primera hembra, yo le enseñé lo que sabe. Malcon sintió que la ira crecía en su interior. Se acercó más, su mirada gélida. —No hables así de ella —le dijo, su voz baja y amenazadora—. No la trates como si fuera una cualquiera. Ella no es así, me ama. No se acostaría con otro lobo, porque
✧✧✧ Esa tarde, en la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados que se filtraban a través de las largas ventanas de la oficina de Alfa Zefor en la mansión de Garra Dorada. El ambiente se sentía denso, y el sonido del "tic-tac" del reloj en la pared resonaba en la habitación, aumentando la frustración del Alfa. Miraba el reloj con impaciencia, ya que Luna Adalet aún no había llegado… Media hora de retraso. Alfa Zefor se pasó una mano por el cabello oscuro, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su cuello. Su expresión era seria y decidida, pero su mente estaba llena de pensamientos oscuros. La arrogancia y la altivez que siempre lo caracterizaban parecían intensificarse con cada segundo que pasaba. —¿Dónde estás…? ¿Qué tanto haces? —murmuró entre dientes, mirándose en el reflejo de la ventana, los músculos de su mandíbula tensándose. En ese momento, la voz de Beta Woren resonó en la habitación. —Alfa, tengo algo
—¿Respetarte? Eres una broma, Adalet —bufó el Beta—. No eres más que una usurpadora. Cuando Luna verdadera aparezca, sabrás lo que es el verdadero infierno. A nadie le vas a importar, morirás y… Antes de que pudiera continuar, Adalet comenzó a caminar como si lo ignorara, dirigiéndose hacia Zefor. Ella se sentó majestuosa en una esquina del escritorio, cruzando las piernas con confianza y mirándolo fijamente. —Dijiste que tendría poder si aceptaba a las buenas, Alfa —dijo Luna viendo a su marido en la elegante silla, su voz suave pero firme. Luego, ella volvió a ver al Beta con altivez. —Soy la Luna, la hembra del Alfa, su esposa. Y quiero… —hizo una pausa, mirando a Zefor a los ojos, desafiándolo—. Quiero retar a ese Beta para que aprenda a respetarme. Tendrás lo que quieres de mí, si aceptas, Alfa. Y no quiero que uses tu don para protegerlo. El Beta se exaltó, levantando la voz, su rostro enrojecido por la ira. —¡Eso es chantaje y manipulación! ¡Deja de ser tan m@ldita
—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ! El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo. Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO! Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque. Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción. Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto… ¡ERA SANGRE! Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso. La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde habí
Los pasos de sus botas resonaban en el largo y amplio pasillo de la mansión. Las largas ventanas a un costado permitían que se filtrara la luz de la luna. Con porte majestuoso y su afilada mirada dorada fija en el frente, ese alto y poderoso Alfa cargaba a la hembra inconsciente envuelta por una capucha negra. Alfa Zefor detuvo sus pasos. De inmediato, uno de sus hombres lobos abrió la puerta para él. Cuando ingresó a la habitación, varios médicos ya estaban esperando; él colocó en la cama a la hembra híbrida, Adalet. —Examinen a esta hembra. Quiero saber su estado de salud, físico y mental. Todo —ordenó el Rey Alfa. Sin dar siquiera una oportunidad de preguntas, se giró dispuesto a irse de la habitación, pero fue cuando escuchó unos pasos apresurados acompañados de gritos llenos de urgencia. —¡ALFAAA! ¡REY ALFA! —gritaba uno de los guardianes, casi sin aire, se detuvo bajo el marco, haciendo una leve y rápida reverencia—. ¡Su hijo, Alfa! ¡Ryder ha muerto! Alfa Zefor se quedó
La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada". La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pur
Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa