Adalet llegó al pueblo con el corazón un poco más ligero, aunque la tensión de su situación con Alfa Zefor aún pesaba en su mente.
La hembra caminó por las calles empedradas, observando a la gente que pasaba.
Al llegar cerca de una enorme fuente en el centro, vio a sus gemelos, Draven y Alaric, jugando alegremente con el agua, y rodeados de dos omegas niñeras que los cuidaban.
Sonrió al ver a sus amados bebitos.
—¡Hola, mis amores!~ —gritó la hembra, acercándose a ellos rápidamente.
Los gemelos levantaron la vista y sonrieron con alegría.
—¡¡¡Mamá!!! —gritaron al unísono, corriendo hacia ella.
Adalet se agachó y los abrazó con fuerza, sintiendo el calor de sus cuerpos pequeños, y besando sus rubias cabecitas.
—¿Estuvieron bien? —preguntó ella recordando el caos de la noche.
—¡Sí! —dijo Draven, moviendo los brazos de manera exagerada—. Jugamos a ser guerreros, pero queríamos verte, mami.
Alaric, más reflexivo, añadió:
—Pero nos dijeron que teníamos que esperar