Evelyn
Leonard está en el umbral, su mirada oscura y penetrante clavada en mí. Pero hay algo distinto en él.
Su postura es tensa, sus puños apretados.
Sin embargo, yo no puedo conscentrarme en eso, no. En lo único que puedo pensar es en el calor que me recorre entera.
El calor es insoportable.
Es como si mi piel estuviera en llamas, como si algo dentro de mí despertara y exigiera ser liberado. Mi respiración es errática, mis manos tiemblan y mi cuerpo entero late con una necesidad que no entiendo del todo.
No es normal. Nada de esto lo es.
Intento moverme, encontrar una posición en la que el ardor en mi vientre no sea tan intenso, pero cada movimiento solo parece empeorar la sensación.
Un jadeo se escapa de mis labios y aprieto los ojos con fuerza, negándome a pensar en la única persona que sé que puede aliviar este tormento.
Persona que sé que ahora mismo debe estar sintiendo lo mismo que yo mientras me mira:
Leonard.
Pero es imposible ignorarlo.
Lo siento en cada fibra de mi cuerpo,