Capítulo 22.
A la mañana siguiente me levanté con el sol.
Ya que técnicamente era un entrenamiento secreto, el señor Arthur, el lobo blanco y yo salimos de la manada.
En mis brazos llevaba los materiales necesarios que había pedido el señor Arthur y daba pequeños brincos felices al seguirlo.
Y, bueno, yo tenía una idea diferente a lo que sería este entrenamiento.
La risa del señor Arthur sonó con un eco en la quietud del bosque en cuanto llegamos a un sitio "adecuado" y lo primero que salió de mi boca fue un "Aquí solo podríamos cazar peces".
Sentados junto al arroyo, el hombre lobo de cabello revuelto y barba de días hablaba en voz baja y divertida.
-¿Pensabas que te llevaría a cazar sin preparación? Pequeña, me he convertido en tu maestro. Ninguna alumna mía correrá antes de siquiera aprender a levantar la cabeza.
Suspiré ante la baja risa a mi espalda. El lobo blanco también estaba divertido.
—Presta atención, ¿Ves esta rama de sauce? — Dijo, sosteniéndola entre los dedos—. No