Luego de la carrera, Omër invitó al campeón ruso a cenar, y este accedido de buen grado.
La limosina los recogió, y los llevó a los cinco de regreso a la mansión dónde la cocinera había preparado un exquisito banquete para todos.
Los hombres conversaban animadamente entre ellos, de política, de deporte y de otros temas varoniles qué e a Susan realmente no le interesan.
Luego de la cena, los huéspedes se quedaron cosa de una hora compartiendo con su anfitrión, y luego se marcharon.
Sin mediar palabras, Susan se dirigió a su habitación, se dio un duchazo rápido y se acostó.
Se sentía extraña. Había notado que durante toda la tarde él había estado mirándola.
Y no simplemente mirándola.
No le había quitado los ojos de encima.
Susan arrugó el entrecejo.
Era como si la estuviese vigilando o algo así.
***
A la mañana sigue, se levantó temprano y comenzó a trabajar cuando no había amanecido.
Luego de que Omër le hubiera contado la trágica historia sobre la daga, ella no había querido tocar el