Creí que se había quedado paralizado como mi abuelo frente a la magia de Lily, pero su sonrisa brillaba con picardía. Con secretos detrás de sus ojos.
—Nate está en peligro —expliqué, intentando controlarme.
—Está bien, estaremos ahí en un segundo. Sólo toma mi mano —la extendió hacia mí.
—Y la mía —se involucró Lily.
Tomé las manos de ambos, sintiendo una extraña conexión hacia ellos. ¿Quiénes eran esos chicos? ¿Por qué me sentía tan tranquila con ellos a mi lado?
¿Y sí...?
No. De seguro estaba loca. No era posible. No.
—¿Vamos? —sonrieron, como si supieran hacia donde se dirigían mis pensamientos.
—Vamos.
Cuando abrí los ojos, mi cuerpo se tambaleó hacia adelante. Mi manada, la gran y apreciada manada en la que crecí estaba frente a mí.
No todos habían sido buenos conmigo al principio.
Incluso luego de todo lo que habíamos vivido juntos, muchos de ellos seguían sin aceptarme del todo. La misma Rosie había intentado matarme a la primera que tuvo la oportunidad.
Pero Margaret me acept