137. De vuelta a su lugar
Amber
Entrar en la empresa era como sumergirse en un océano desconocido, pero con ecos familiares de fondo. En cuanto cruzamos la puerta principal, sentí la necesidad de soltar la mano de Leonardo; un gesto inevitable para guardar las apariencias, aunque dejó un vacío inmediato. Mis ojos captaban los rostros que se giraban hacia nosotros, las cejas alzadas, los susurros que ni siquiera intentaban ser discretos.
«¿Es ella?» «Escuché que…» «Volvió de verdad… quién lo diría».
«Bienvenida de nuevo, señorita Bayer», me dijo una recepcionista. Le agradecí, aún tensa por la situación.
El ascensor, por breve que fuera, me dio un momento para respirar. Leonardo aprovechó para volver a tomar mi mano; sus dedos se entrelazaron con los míos con esa seguridad que solo él sabía transmitir.
«Todo está bien», dijo con una sonrisa que era mitad apoyo, mitad advertencia. Su pulgar acariciaba mi mano; un gesto simple que estabilizó mi respiración.
Las puertas se abrieron y el momento de paz terminó. Cam