123. Plan de acción
Amber
«¿Puedes caminar?», preguntó Magnus con voz baja pero cargada de urgencia. Sus ojos evaluaban cada detalle de mi estado mientras yo intentaba mantenerme en pie.
«Sí…», empecé a responder, pero mis piernas cedieron, temblando tanto que él no lo dudó. En un solo movimiento me alzó en brazos como si no pesara nada.
«Esconde la cara», murmuró. No era una petición; era una orden. Hundí el rostro en su pecho, avergonzada y completamente destrozada. No quería que nadie me viera así: golpeada, humillada, frágil. Dejé caer el pelo sobre la cara para evitar que algún paparazzi disfrazado pudiera sacarme una foto.
Magnus caminó rápido hasta el coche; sus pasos firmes y decididos. Apenas me acomodó en el asiento trasero, cerró la puerta y se sentó al volante. El motor rugió y salimos disparados.
Entonces el pánico se apoderó de mí. «¡Los niños!», grité aferrándome a su brazo. «¡Amenazaron a los niños, Magnus! ¡Leonardo no puede dejarlos solos! ¡Tenemos que volver! ¡Por favor, vuelve!»
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