Oliver
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―¿Crees que esto sea una buena idea? ―cuestiono a Bert.
Es él quien me ha propuesto una solución a mi problema, aunque no estoy muy convencido de hacerlo de esta manera. No es algo que me guste, ni siquiera por tomar precauciones. Era más divertido y menos complicado cuando tenía mi propio espacio en el Nigth Dolls. Allí conseguía lo que quería. Refunfuño con esa nostalgia porque debido a ese maldito incidente con esa chica, el infeliz de Alexander Rothschild amenazó con divulgar mis secretas aficiones, como si el no tuviera ninguna.
Me resulta un arrogante cretino, puesto que yo también caí en ese malentendido; sin embargo, no puedo darme el lujo que haga eso. Tenía que evitarlo y quedarme quieto por un buen tiempo, porque la droga que usé no es algo que se use comercialmente, es algo que yo inventé. Además, no podía dejar que lo hiciera cuando mi familia vive de la tacha de millonarios responsables y conservadores. Si eso hubiera salido a la luz, habría sido mi fin y le habría dado el gusto a quienes quieren quitarme del puesto.
Observo a Bert, y solo le he seguido la cuerda porque es el único que conoce mis gustos. Él sabe mejor que nadie cómo llevar estos asuntos y de paso mantenerse callado. Nunca lo he catalogado, pero en términos pragmáticos ya que no suelo tener apegos emocionales, podría decir que es un único mejor amigo.
―Tu mejor opción es hacerlo de esta manera. Un contrato particular con mujeres que saben a qué atenerse, y buscas un lugar adecuado y privado para ellos, que será lo de menos ―explica, viéndolo de esa forma no suena tan complicado.
Él problema es encontrar a la adecuada para esto. Bert hace un gesto para que nos adentremos a la oficina de la dueña. El lugar al que me ha traído es clandestino y privado. Ella se encarga de encontrar y ofrecer lo que el cliente pide, luego organiza el encuentro con la escogida para sellar el contrato y lo demás es para la diversión. Ya estamos aquí, así que miraré si encuentro lo que busco.
Desde donde estoy observo a la mujer que le recibe, luce una adorable sonrisa en el rostro que marcan un poco sus líneas de expresión. Afuera de la puerta hay alguien custodiándola, Bert se adelanta y habla con él y luego que revisa la tarjeta que le entregaran, nos deja pasar. La mujer está allí, arrellanada fumando de una boquilla, en lo que debe ser su sala de negocios, supongo por cómo se ve todo.
Odio el cigarrillo, también el olor a la nicotina, pero ella no parece estar fumando de esa clase, se percibe más el olor a mezcla de especias aromatizadas y algún aditivo. Sé reconocerlo.
―Bienvenidos, tomen asiento ―dice la mujer.
Al principio me muestro reticente, pero al final cedo y me siento en el sillón disponible frente a esa mujer. No es vieja, más bien de edad bastante madura; me recuerda a mi madre adoptiva y sus instintos de conservación con todo tipo de cremas para siempre verse joven y perfecta.
A parte del conservadurismo, el perfeccionismo es otra de las cualidades que abundan en mi familia. Estoy lejos de ser las dos cosas, pero ninguno lo sabe, y espero que siga siendo así. Llevo meses absteniéndome y ya no puedo seguir así.
―¿Tienes alguien para mí? ―preguntó yendo directo al grano.
La mujer asiente, haciendo a un lado su boquilla.
―Tengo una agradable lista donde puede escoger lo que busca. El señor Asgard debió comentárselo ―dice ensanchando una sonrisa traviesa en su rostro―. La que escoja podrá conocerla tan pronto como deseé.
―¿Son confiables?
―Ciento por ciento, aquí no ofrecemos problemas, sino soluciones. Solo escoja y lo comprobará de inmediato ―aduce la mujer con una seguridad que me estaba irritando.
Miro a Bert y este asiente, en el fondo sabe que soy quisquilloso con este asunto. Si bien me gusta la diversión que puedo conseguir, no soy ningún idiota y sé lo mucho que estas personas se aprovechan cuando saben que el presunto cliente, tiene una buena posición. Tomo riesgos, pero no los suficiente para arruinarme la vida.
No obstante, odio esa seguridad, porque tal vez es lo que busco, sin embargo, aunque aún estoy reticente sobre empezar a tomar chicas por contrato. Bert jura que es lo más indicado. Veremos si es cierto.
―De acuerdo, quiero verla ―digo.
La mujer no se anda con vueltas, me extiende una tableta, y luego de tocar la pantalla se muestra una galería de chicas.
―Todas están entre dieciocho y veintitrés como me especificó el señor Asgard ―añade la mujer mientras yo deslizo mi dedo observando a cada una.
Son bonitas, pero demasiado llamativas. Me cuesta un poco decidir cuál es apta para lo que deseo. Eso me hace pensar en esa chica Emmaline. De verdad había creído que era un regalo y creo que lo más interesante es que no era complaciente y eso hace intensa la sesión.
Largo un bajo suspiro, me cuesta decidirme por una. A simple vista nunca encuentro lo que quiero, tal vez es porque soy muy cuidadoso, pero después de aquello no puedo involucrarme con cualquiera, sin que luego vaya a tener un problema. No busco sexo, y menos amor, sería un chiste, solo busco diversión y quiero volver a encontrarla como antes. Me urge.
Me decido por una.
―Será una prueba, si me gusta cuando la vea en persona, la tomaré, sino la desecharé ―advierto.
―Es clara su exigencia, también la mía de pagar un depósito por adelantado ―dice y yo enarco las cejas―, es por si decide no usarla, sería injusto ilusionarla en vano, ¿no?
Esa mujer me hace resoplar.
―En ese caso se lo queda usted.
―Por supuesto que no, es una compensación.
―Bien, la veré el lunes en la noche, el señor Asgard se encargará de entregarle todos los detalles para el encuentro.
―Perfecto, me encargaré de que los reciba y se presente con usted ―dice la mujer dándose por bien servida.
Me pongo en pie dispuesto a salir de allí, y si no fuera porque Bert me dijo que era obligatorio negociar con ella, no habría venido. La mujer también se pone en pie y me muestra la palma de su mano abierta, y caigo en cuenta de que es lo que quiere.
Me ladeo hacia Bert.
―Hazle el maldito cheque ―mascullo entre dientes y me apresuro en salir de allí.
Largo un suspiro, no tenía idea de la empresa Wallflower, así que me puse a investigar y descubrí que es bastante prestigiosa. Descubro que son líderes en los utensilios fabricados en material de cuero y caucho de tipo biodegradables. Además, tienen un laboratorio propio de experimentación e incluso son dueños de una fábrica de producción y fabricación.Todavía no me lo creo que esa sea la empresa que quiere contratarme. Hasta ahora solo he tenido tropiezos para conseguir un buen lugar; sin embargo, que hable cuatro idiomas incluido el español debe ser un gran ítem de importancia en mi currículo, para un cargo de asistente de gerencia. Eso hace que valga la pena la espera.Admito que mi buena educación es algo que debo agradecer a mi familia, y supongo que antes encajaba bien en ella, cuando todo parecía ir perfecto hasta que se me ocurrió presentarle
Oliver━━※━━¡Maldita sea!Por qué nadie sigue mis reglas al pie de la letra. «Rosseane no pudo hacerme eso, ella lo sabía»… me digo colérico, e incapaz de serenarme. Me aflojo el cuello de la corbata como si me asfixiara recordando su imagen, haciéndome imposible sacarla de mi cabeza. Su piel blanca delicada, su cabello lacio rojizo, su figura delgada y de apariencia frágil. De esas que te incitan a hacerle cosas muy malas y como me encantaría...¡Mierda, mierda!¿Por qué parezco un loco?Esto es frustrante. Tocan la puerta sacándome de sopetón de lo que estoy pensando. Hubiera sido mil veces mejor no mirarla, pero ya lo he hecho. Lo hice cuando la vi allí, de pie como si se hubiese aparecido una visión.¡Bien!Me sacudo de nuevo, ya he elegido a una chica. Eso ayudará a olvidarme de lo que pasó hoy. Por lo que solo queda arreglar el asunto.―¿Quién?―Soy yo, señor ―contestan al otro lado.Es Sullivan y me pregunto por qué no usó el intercomunicador para avisarme que vendría. Debe se
¿Debí haber sido vieja? ¡Qué carajos significa eso! Aprecio que el personal adulto sea prioritario en este lugar, pero es absurdo pensar que eso puede ser una causa para no contratar a alguien más joven. Reconozco que el cargo es bastante intimidante; de todos modos, ya pasé el maldito filtro y esperé todo un mes para que me dijeran que estaba contratada. Ahora no voy a dejar que me echen sin siquiera haber comenzado. Después de la discusión ese hombre se encerró en su oficina, la señora Sullivan que parece haber recuperado su compostura fue allí y ha vuelto con una mejor cara. Me pregunto si eso significa que hay una mejoría en el ambiente. ―Debe tomarlo con paciencia, y de momento lo mejor es que no se acerque a él. Vaya, ¿por qué tanta alergia? ―¿Sufre de alguna alergia o algo? ―pregunto con curiosidad y ella sonríe nerviosa. «Debí haber dicho fobia en vez de alergias», es lo que parece. ―No que sepamos, el jefe es s
No sé por qué estaba más impactada, por lo que había en ese lugar, o por la sola idea de que él tuviera ese tipo de prácticas de forma clandestina. No me quedé para que me lo explicara, así como tampoco esperaría a que lo hiciera; sin embargo, siento que he descubierto algo escabroso en la vida del director que pretende despedirme. Hacía mucho no dormía y en parte creo que fue por el exceso de adrenalina que derroché y que me dejó exhausta. Sí tenía alguna duda de que en efecto fuera él, luego que salí corriendo bajó por supuesto a buscarme. Es bueno que hubiera un solo ascensor, así que lo hizo por las escaleras y a pesar de como se ve parece que tiene una buena condición física, porque llegó a la recepción casi al tiempo que yo. Fue difícil escabullirme; se sintió como si estuviera escapando de un asesino, pero lo logré. Debió ser por todo eso que terminé agotada y sin ganas de pensar en nada más, y cuando llegué y me fui a la cama me quedé fundida. Lo cierto es qu
Quisiera sentirme mal porque de alguna manera lo he chantajeado; pero lejos de sentirme así, es lo contrario, experimento una especie de sensación de poder que me hace sentir como nunca en mi vida. Antes de Adrian si las había, porque vivía en una clase de burbuja enamorada; no obstante, después de eso, no volvió a haber ninguna. Las ganas de experimentar alguna clase de felicidad se esfumaron. He estado enojada y amargada porque después de lo ocurrido, solo me obligan a participar como si lo único que desearan es verme lamerme las heridas; «pero se acabó», me digo recordando la cita al psicólogo de hoy, que para lo único que lo contrataron fue para meterme en la cabeza que tengo que alimentarme de la felicidad de los demás. Ahora no soy feliz como insinúa, pero sí de otra manera y es debido a mi osadía, porque he descubierto un secreto sucio del jefe. A hoy día no sé si eso se podría considerar así, quizás no, pero eso depende de qué lado de la balanza estás. Wallflower es una emp
Oliver━━※━━“¿Te agendo otro nuevo encuentro?”.Leo el mensaje de Bert, y lejos de emocionarme por responder, me encabrono. La noche fue un fracaso gracias a esa audaz chica que no supe ni como apareció allí. Rememoro el encuentro de hace un rato y no sé por qué me siento estúpido. Allegra Wills no es cualquier persona, su familia tiene renombre en el mercado, y me pregunto por qué se empeña en quedarse aquí cuando claramente no lo quiero por el bien de ambos.¿Debería ser claro o más contundente?Alguien toca la puerta y largo un suspiro cuando de inmediato abre y entra sin que le autorice. Es James, luce bastante contento y me pregunto por qué. Es bueno desempeñando su trabajo, aunque por lo regular no está tan de buen humor. Es obvio que esa influencia es causada por la joven señorita ―entrometida―, Wills.―Acabo de enterarme, ¿en serio la dejaste quedar? ―pregunta resolviendo mi incógnita sobre su felicidad.―¿Vienes a decir algo interesante sobre trabajo? Si no es así vuelve a t
Nunca había estado tan feliz como lo estoy ahora, no sé si es por la osadía de enfrentar a mi nuevo jefe, o es porque he conseguido uno de mis propósitos para no seguir dependiendo de nadie, ni siquiera de mi padre. Sin embargo, la felicidad me dura poco cuando me recuerdo que tengo que asistir por obligación a la cita con el psicólogo. Largo un suspiro cada que veo que se acerca la hora. Pero nada que hacer, debo ir o terminarán argumentando que soy alguien inestable y todo mi esfuerzo se irá al carajo. Odio esas sesiones, y más que me pregunten si estoy bien cuando podrían adivinarlo. Creo que solo lo hacen como un cuestionamiento para que dude de mí misma y vuelva a retroceder. «No voy a hacerlo», decido, y tampoco dejaré que esto influya en mi vida. Retomo lo que me queda de trabajo y empiezo a guardar la información. La señora Sullivan fue muy amable en instruirme con lo que tenía más dificultad, y buscar al jefe esta vez, no fue tan complicado. Cuando me toca e
Debería salir corriendo, sin embargo, eso no ayudaría en nada porque mañana tendría que enfrentarlo de todos modos. Él pone el auto en marcha luego que me acomodo en el asiento de al lado. Apenas me mira de reojo con desconfianza y después se concentra en la vía. ―¿A dónde vamos? ―¿Ya cenó? ―pregunta como si no ocurriera nada. Muy astuto. Es él quien tiene la sartén por el mango ahora. ¡Diantres! Cómo vine a ser tan descuidada. ―Si me siguió, es obvio que sabe que no. ―¿No se le hace una situación familiar? ―comenta con un tono ganador en la voz. ―¿No me diga que estaba buscando una excusa para ahora si poder echarme? ―Digamos que tenía curiosidad, porque es probable que tenga a alguien inestable emocionalmente en mi empresa. ¿¡Qué!? ―Sí lo dice… ―No hablo de su reacción en la zona de cafetería ―me corta las palabras―, creo que una clínica de psiquiatría dice mucho de su salud mental.