54. Debo marcharme, señora.
Ana se limpió las lágrimas para asegurarse que no estaba viendo mal y el hombre que estaba frente a ella se trataba de quién creía, si era ese hombre que había visto varias veces en el parque y que se parecía tanto a sus nietos, el hombre que creía más probable fuera el padre de los niños.
— Señora ¿Se encuentra bien?— preguntó el hombre al ver a esa mujer llorar y es que no soportaba la gente débil, ni ancianos, ni niños, pero sobre todo lo que menos soportaba era que la gente débil se pusiera a llorar como eso les creaba aún más debilidad.
Anda no era capaz de entender por qué ese hombre no la recordaba si se habían cruzado varias veces y habían hablado, de hecho, ella ya estaba casi segura de que ese hombre era el padre de sus nietos ¿Cuál era la razón de que no la recordara?
— ¿Es usted?— preguntó ella esperanza de haber visto por fin un rayo de esperanza al encontrarlo, pero algo molesta de que no la recordara.
— ¿Puedo ayudarla en algo? — insistió ese hombre perdiendo los nervio