93. Sé que estás ahí, hijo.

Darius estaba tan a gusto entre los brazos de su futura esposa que se quedó dormido y no fue capaz de salir de madrugada, tal y como había prometido que haría.

— Buenos días…— murmuró besando el cuello de su prometida, perdiéndose entre la necesidad y las ganas que su olor, cercanía y calor le provocaban.

Y es que el rey había despertado duro, no era como si pudiera evitarlo, al tenerla pegada a su cuerpo.

— Darius…— murmuró Maryam casi en un jadeo al sentir como los labios de futuro esposo se deslizaban por la piel de su cuello y bajaban hasta su escote.

Luchaba contra la necesidad de pedirle que siguiera y el temor al ser descubiertos, ya que los rayos de sol se colaban por su ventana.

— Tss… no hables solo gime — pidió el hombre sin poder contenerse, buscando darle cabida a uno de sus senos en la boca.

— Darius ya es de día — logró hablar por fin Maryam agarrando el cabello del rey y tirando de él para que la mirara a los ojos — Van a pillarnos.

— ¿Pillarnos?— preguntó él algo inco
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