51. El problema es que yo…
— Mi señor… mi señor me hace daño — aseguró ella y entonces el rey tuvo que renunciar a seguir sintiendo ese melodioso sonido y dejar de hacer lo que hacía para solo acariciarle la espalda con la yema de los dedos, con un ínfimo contacto y así conseguir relajarla.
— Está bien, ya paró.
Se inclinó y dejó un nuevo beso en su espalda para luego apartarse y dejar que ella se incorporara.
— Debemos hablar — Dijo el rey girándose para darle intimidad a la mujer y que pudiera vestirse sin sentirse incómoda con su mirada.
— ¿Cuál es el problema, majestad?— preguntó ella tapándose con una bata — Ya puede volver a girarse.
— Ninguno Maryam, el problema es que yo…
Y en el instante que la vio observarlo a los ojos llena de curiosidad, por lo que estaba por decir, el Rey no pudo contenerse más y pasó una mano tras la cintura de la joven y sujeto su rostro, con la otra mano para besarla.
Sahira sintió su cara arder por el contacto de esos labios sonrojándose, pero no tardó en pasar los brazos tras