Capítulo 11 – Yo no soy trapo para andar limpiando la mugre de otros.

Adriano tomó a Gianina por el antebrazo y la jaló hacia la cocina.

Quería hablar con ella a solas, sin que su madre ni su hermana se interpusieran.

Cuando se encontraron tranquilos, Adriano cerró la puerta de la cocina.

—¿Quién es esa mujer? —preguntó Gianina.

Adriano se humedeció los labios y se recostó contra la encimera.

—Es mi exprometida, como ya dije cuando estaba ella en casa —respondió.

—Está bien y ahora que está de regreso, ¿por qué la echas de tu casa de ese modo? Creo que es la oportunidad perfecta para que nos separemos —aseguró Gianina con la barbilla en alto—. Yo puedo volver a la mansión de mi esposo fallecido y tú puedes rehacer tu vida con ella. Al fin y al cabo, aunque la echaste, pude ver en tu cara que te dolía tener que sacarla de la casa por mí.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Adriano frunciendo el ceño.

—Creo que no es muy difícil de que lo entiendas. —Gianina suspiró—. Tú te quedas con ella (es obvio que volvió a buscarte), tu madre y tu hermana está
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