El Código Madre
El laboratorio clandestino en Ámsterdam era un laberinto de acero y vidrio oculto bajo un almacén del puerto, su acceso disfrazado entre contenedores oxidados y cargueros inactivos. Sophie, Mateo y Victor se infiltraron al amanecer, avanzando entre sombras, sus siluetas tensas bajo el resplandor rojizo del cielo. Cada paso era una apuesta, cada respiro, una cuenta regresiva.
Logan, aún convaleciente por las heridas sufridas en Ginebra, había insistido en quedarse en el hospital de Potsdam. Sus palabras eran firmes, pero su voz arrastraba una tristeza profunda, como si supiera que esta batalla lo alcanzaría igual, desde dentro. Sophie lo había dejado con un beso en la frente, los dedos temblándole al separarse. Fue un adiós sin llamarse adiós.
Con Liam en coma en Escocia, y Noah y Alex mostrando signos de inestabilidad genética, Sophie avanzaba como si el aire ardiera a su alrededor. El USB con el virus mejorado de Dalia vibraba en su bolsillo, pero el mensaje de Elena