CAPÍTULO 28
—Supongo que no lo necesita —comentó al hombre que se había detenido junto a ella.
—¿Me permite? — dijo con brusquedad cuando reconoció la prenda. —¿En dónde encontró esto?
—Pertenece a la muchacha que se desmayó—contestó—. Lo dejó caer. Su esposo acaba de llevársela a su casa, me dijo que se desmaya con frecuencia.
—¿La vio desmayarse? ¿Cómo era ella?
—No, no la vi exactamente. Me pareció que se desplomó y él la detuvo, fue cuando se cayó el abrigo.
—¿Cómo era ella? — pregunto ansioso.
—Tenía el cabello oscuro y era bonita. Eso sí.
Rocco se apresuró a bajar las escaleras y rápidamente hizo una llamada.
Cuando Sydney, recobró el conocimiento, se encontraba dentro de un auto que avanzaba a toda velocidad. Estaba doblada sobre el asiento, en una posición muy incómoda. Se movió, tratando de enderezarse, y notó que tenía las muñecas atadas con fuerza. Abrió los ojos y vio al conductor del automóvil, era Paolo.
Sydney no se sorprendió, cerró los ojos y empezó a entend