Capítulo ciento cincuenta y tres: El amor llama.
Miro a mi preciada hija, totalmente dormida, con varios circuitos en su mano; me siento tan mal de haberle sugerido que hiciera un curso tan difícil, tanto que; en su situación, podría llevarla a la muerte.

Juré protegerla desde que llegó a mi inconsciente, que verla así, me transporta a ese pasado donde la angustia y tristeza eran el tan pesado plato de cada día. En este momento no era solo mi niña, las lágrimas salían del interior de mi alma, también mi tan deseada nieta corría peligro, me sentía tan responsable como culpable por verlas así. Debí pedirle que abandonara al saber su situación, pero no lo hice y ya la culpa me corroe por dentro como si de ácido se tratara.

No me he separado de ella en estos dos días que lleva en el hospital, a pesar de que me lo dijeron, prefiero estar a su lado por si llegase a despertar sin que yo estuviera aquí.

He llamado a mi amiga todo el día y comencé a angustiarme al no poder contactarme con ella, después de muchos intentos, decido comunic
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