Capítulo 28

Rheinsville era el lugar donde vivía.

Después de haberse establecido allí, tendría que reunir el valor para dejar de nuevo aquel sitio que, pese a todo, se había vuelto familiar. Si decidía mudarse, sus tres hijos tendrían que acostumbrarse a un nuevo entorno.

Pensó por un momento en enviarlos de regreso a su ciudad natal, pero desechó rápidamente esa idea.

Nunca podría separarse de ellos, aunque tuviera que trabajar el doble para llegar a fin de mes.

A la mañana siguiente, Maya despertó con un fuerte resfriado. La conmoción del día anterior, sumada a la lluvia que la había empapado al salir del trabajo, le habían pasado factura.

Aturdida, se incorporó lentamente y observó a los niños que dormían a su lado.

Stella y Tomás estaban profundamente dormidos.

—¿Dónde está Liam?

Movió con cuidado el gordito trasero de Tomás, pero no había nadie escondido debajo. Bajó del colchón con cautela y, al hacerlo, sus pies toparon con algo blando en el suelo.

—¡Argh!— exclamó sobresaltada.

Retrocedió
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