—Son solo vitaminas, ¿qué tanto miras? —murmuró Maya.
Pero antes de que terminara de hablar, vio cómo Alexander giraba la tapa para abrirla.
Contuvo la respiración, su mente se quedó en blanco y, nerviosa, cerró los ojos mientras se sujetaba el vientre.
—Ugh…
La mirada oscura de Alexander se profundizó. Dejó la botella sobre la mesa, se levantó y la tomó del brazo.
—¿Te duele?
—No, yo…. Iré al baño… —dijo Maya.
Se soltó y estaba por dirigirse al baño, pero al dar un paso, se detuvo, se giró y preguntó:
—¿Tienes toallas aquí?
Alexander sacó su teléfono y marcó.
—¿Tenemos Toallas? ¿Cuánto tiempo llevará?
Maya no escuchó la respuesta de la otra parte, pero la llamada terminó rápido.
—Quince minutos.
Maya lo pensó por un momento. Se necesitarían al menos veinte minutos para salir del área de Parkgrove Mansion. Finalmente entendió la situación.
—Toallas… me refiero a toallas sanitarias —dijo.
La expresión de Alexander se endureció; su rostro se volvió sombrío. Se giró y salió de la habitac