Capítulo 124

Su cuerpo fue tirado suavemente hacia atrás y, antes de comprender lo que ocurría, su cabeza quedó recostada sobre el muslo de Alexander: firme, cálido… y peligrosamente dominante.

Maya frunció los labios. ¿Por qué la volvió a colocar sobre su regazo?

Todo lo hacía sin su consentimiento, y su comportamiento era abrumadoramente dominante.

El coche avanzaba de manera estable por la carretera y, aunque estaba recostada, el malestar en su estómago persistía.

De cualquier forma, se sentiría incómoda hiciera lo que hiciera.

Justo cuando intentó moverse para aliviar el dolor, la mano de Alexander volvió a deslizarse hacia ella y presionó sobre la parte inferior de su abdomen.

Un calor inmediato se extendió por todo su cuerpo, aliviando el dolor casi al instante.

El cuerpo de Maya se tensó. Ya no se atrevió a moverse, salvo por el leve parpadeo de sus ojos.

—¿Te gustan mucho los niños? —preguntó Alexander con esa voz baja y ronca que hacía vibrar su delicado corazón.

—Que te gusten los niños
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