En la manada de Fuego, el ambiente era tenso desde el amanecer. Nadie hablaba mucho, solo entrenaban, patrullaban y mantenían la cabeza baja.

La muralla ya estaba terminada y ahora se sentía más seguros, pero al mismo tiempo más aislados. No todos estaban de acuerdo en cerrarse a las demás manadas pero, ¿ellos qué podían hacer? No les correspondía inmiscuirse en más decisiones de su Alfa.

El regreso del soldado enviado por Levi pasó desapercibido al principio, nadie le prestó atención… hasta que el joven entró directo a los aposentos del beta.

—¡Levi! —llamó, sin aliento—. ¡Tengo noticias!

Levi lo miró de arriba abajo. Estaba cubierto de tierra, sudoroso y jadeante. No pensaba que fuera a tener noticias tan rápido, si apenas hacía dos días le había pedido que vigile a la Luna por si acaso veía algo raro a su alrededor.

—¡No vas a creer lo que presencié! Es una cosa de locos, de verdad, no estoy loco —dijo atropelladamente.

Levanto una mano, frustrado. Odiaba cuando no podía re