109. Debes volver sana y salva
Aquel día, el sol teñía las torres de Aryndell con luz dorada, pero el interior del castillo no reflejaba paz. En la habitación de la heredera, la tensión era palpable.
Dayleen vestía su uniforme de Guardiana: pantalones oscuros reforzados con cuero, botas altas, y una capa corta con bordes dorados que ondeaba con cada paso. Sus manos se movían con destreza mientras guardaba frascos con hierbas curativas, dagas de plata y dos orbes de luz solar. Se preparaba como quien se alista para una batalla, aunque su mirada era más fría que impaciente.
Xavier la observaba desde la puerta, recargado en el marco, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Estás segura de ir —dijo, sin ocultar su tensión.
Dayleen lo miró un momento. No respondió de inmediato.
—¿Te parece que no debería?
—No es eso —suspiró, caminando hacia ella—. Es solo que… no sabemos qué clase de oscuridad está gestándose allí. El feto sigue vivo. La hechicera desapareció. Y ahora nos piden ayuda como si no fuéramos a cr