Capítulo 76 —La señora Santini
Narrador:
El aire en el despacho se volvió irrespirable. Renzo se levantó de golpe, el sillón chirrió contra el suelo y el periódico cayó al piso.
—¿Sabes qué es lo que me enfurece, Isabella? —tronó, con la voz grave, retumbando contra las paredes —No es que Marco se haya metido en tu cama. Eso nunca me importó. ¡Es que me lo hayas enviado, hace dos años, hasta aquí, a mi terreno, como un maldito perro guardián!
Isabella también se puso de pie, erguida, el cuello alto y los ojos encendidos.
—¡No hables de terrenos como si todo esto fuera tuyo, Renzo! —escupió, golpeando con la palma sobre el escritorio —Si no fuera por mi apellido, tú no tendrías ni la mitad de los acuerdos que sostienen tu imperio.
—¡No me vengas con apellidos, Isabella! ¡Tu pu*to oro, solo le interesaba a mi padre! —gritó él, golpeando con el puño la madera del escritorio, tan fuerte que el cenicero vibró —Apellidos sobran en este mundo. Lo que falta es gente leal. ¡Y Marco no lo fue!
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