Capítulo 54 —Una vieja quemadrura
Narrador:
El motor se encendió. El vehículo comenzó a alejarse lentamente por la vereda de grava. Fue entonces cuando Renzo, como si por fin pudiera romper la correa invisible que lo contenía, pasó un brazo por los hombros de Sofía y la atrajo hacia sí. Sin darle tiempo a reaccionar, inclinó la cabeza y le estampó un beso en la mejilla. Un gesto rápido, cargado de posesión.
—Brava, ragazza… —susurró contra su piel, con esa sonrisa torcida que la desarmaba. —Maledetta… —murmuró, con media sonrisa torcida —ahora veo que tu presencia complica cualquier reunión.
Sofía arqueó una ceja, disimulando el vértigo que aún tenía en el cuerpo.
—¿Y qué hice yo? Solo me senté a tu lado.
—Exacto. —susurró contra su piel —Con que solo estés, desordenas todo.
Sofía se tensó, sabiendo que ese gesto podía costarle caro si alguien lo interpretaba mal. Dio un paso atrás, empujándolo con suavidad, fingiendo fastidio.
—Deberías aprender a controlar esas demostraciones,